“Mens sana in corpore sano”. Pues eso, que llevo tiempo intentando cambiar mis hábitos de vida en general, y de comida y ejercicio físico en particular. Una de las cosas que he hecho ha sido apuntarme a fitboxing que, para quien no lo sepa, consiste en darle de hostias –patadas y puñetazos– a un saco. Para no hacerte daño en los nudillos y que no se resientan las muñecas, se deben vendar las manos. Las vendas que se utilizan, hay que lavarlas, al menos yo así lo hago, cada vez que se usan. Cosa, he de decir, que es un pelín pesada, porque una vez salen de la lavadora y se secan, hay que hacerlas una especie de ovillo enrollándolas sobre sí mismas, para que queden más o menos estiraditas y así, una vez que vuelvas al gimnasio, te las puedas poner sin que se vea afectada tu dignidad. El jueves de la semana pasada, fui al tendedero y cogí mis dos vendas para meterlas en la mochila e irme al gimnasio. Entonces, una de ellas se me cayó encima de la repisa. Desapareció de una maner