¡Ratatatata! ¡Pum pum!


¡Ratatatata! ¡Pum pum! Cuerpos mutilados, sangre, mucha sangre, demasiada sangre. Gritos. Alaridos de dolor que no puede olvidar y que le atormentan.

Amanece. Los despiertan, si es que alguno ha conseguido conciliar el sueño. Suben al camión. Van a matar gente. Nadie habla. Se oye el traqueteo del camión. Hace frío. ¿O acaso no? Él tiene mucho frío, su alma está helada. ¿O acaso ya no tiene alma?

Un día más en el infierno. Ya no sabe si prefiere matar o morir. Quizás sea mejor morir y acabar de una vez con esta farsa. Su amigo Mario murió ayer. Y Pedro antes de ayer. Esto está siendo una masacre.

Han llegado a su destino. ¡Vamos, todos abajo! ¡A defender el puente! ¡Qué no pase ningún hijo de puta por aquí! ¿Entendido? Apuntamos, aseguramos el disparo, y disparamos. ¡No gastamos munición si no estamos seguros! ¡Pronto vendrán los refuerzos y tendremos más munición!

¿Cuándo atacarán? ¿Cuándo lo intentarán? ¡Qué frío! El suelo está helado. ¿Qué coño hace él aquí tumbado en el suelo esperando a que alguien intente pasar por ese puente de mierda para matarle? No puede ser verdad, esto no le está pasando. Se le caen dos lágrimas mejillas abajo.

¿Quién pasaría por el puente antes de toda esta mierda? No conoce bien este país. Pero supone que gente del pueblo. Trabajadores, niños, animales.

Solo tiene 20 años. No quiere morir. Esto pasará. Se casará, tendrá hijos. Sí, está seguro. Tendrá ganas de vivir, seguro.

¡Nos atacan! ¡Todos preparados!

Comienzan a caerles cohetes. ¿Cómo es posible? Si ayer no tenían... Sus refuerzos sí han conseguido llegar.

¡Retirada! ¡Retirada! ¡Nos vamos!

No voy a morir aquí. No voy a morir aquí. No voy     

 

Rosa María Hontoria


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