Margarita era diferente. Las flores asomaban por sus orejas y, si te fijabas bien, podías observar césped verde dentro de su nariz. Durante su infancia, solo conseguía estar tranquila en el pequeño jardín de su casa. Un hermoso pino fue su padre, a él se abrazaba cada vez que necesitaba consuelo, y las flores fueron sus hermanas. Ahora, ya de adulta, trabaja en un vivero. Sigue sin entender el mundo, no para de comer semillas. Rosa María Hontoria
Comentarios
Publicar un comentario